UN VIAJE A LA OSCURIDAD O UNAS LUMINOSIDADES EN LOS SOCAVONES DEL CINE BOLIVIANO

Viejo calavera


El primer largometraje de ficción de Kiro Russo recorre este semblante dado para mirarlo desde otro ángulo. En la producción boliviana que cierra este 2016, la lucha de los trabajadores mineros no se centra ya en situaciones concretas de la historia boliviana (como lo hace El coraje del pueblo, de J. Sanjinés, que reconstruye la masacre de la mina Catavi, en 1942, y la masacre de San Juan, en 1967), ni en la adversidad, por decir lo menos, de las condiciones de trabajo de los mineros en el siglo XXI (como lo hace, por ejemplo, el documental Todos los días la noche, del suizo Jean Claude Wicky). El protagonista de “Viejo calavera” es un minero a quien no le interesa la mina, un joven que, según su tía postiza, parece un mendigo. Elder Mamani ha perdido a su padre y debe dejar las oscuridades de una discoteca del pueblo minero de Huanuni para adentrarse a otra, con casco, ropa prestada y alcohol también. Huanuni en el 2000 y pico es otra mina.




Para Kiro Russo, estos jóvenes fueron su entrada al mundo de la mina. Desde sus primeros viajes a Huanuni en 2011, cuando todavía no había una idea fijada para el guion de la película, el director comenzó a hacer amistad con estos “locos, supuestamente”. Alcohólico y delincuente, Elder Mamani es una cara poco conocida del mundo minero actual, pero rostro al fin, en el que las tradicionales reivindicaciones sociales de este sector adquieren otro matiz.

El trabajo que hace “Viejo calavera” sobre esta línea histórica de la tradición del cine boliviano hace un fuerte énfasis en el aspecto formal. Cinco años antes de este largometraje, el colectivo Socavon Cine produjo Juku, cortometraje también dirigido por Kiro Russo, en el que el impulso inicial fue la inquietud de filmar la oscuridad.


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